Nadia Humphreys, directora de Soluciones Regulatorias y Climáticas de Bloomberg, describe el valor de buscar la equivalencia en el desarrollo de taxonomías verdes para garantizar la interoperabilidad.
Una taxonomía verde es un sistema de clasificación para definir el concepto de sostenibilidad ambiental, que, a su vez, proporciona claridad a los inversionistas sobre las actividades económicas e inversiones que varias jurisdicciones consideran sostenibles o no sostenibles. El término se utiliza con cada vez más frecuencia, pero vale la pena detenerse para recordar lo que realmente significa y cómo contribuye a resultados sostenibles.
Antes de la existencia de las taxonomías verdes, la definición de sostenibilidad ambiental variaba ampliamente, según Nadia Humphreys, directora de Soluciones Regulatorias y Climáticas de Bloomberg, y a menudo se medía comparando el desempeño con un conjunto de métricas ambientales o sociales dentro de un sector específico. Esta comparación era la forma en que el mercado determinaba si una empresa estaba teniendo un buen desempeño ambiental o social.
El impulso para la creación de la primera taxonomía verde se produjo después de que la Comisión de la UE descubriera que Europa requeriría inversiones de más de 700.000 millones de euros (USD761.000 millones) al año para cumplir con sus objetivos de transición energética para combatir la crisis climática.
La taxonomía de la UE es parte de las iniciativas más amplias de la UE para impulsar una transición hacia una economía más sostenible y con bajas emisiones de carbono. Se propuso como parte del Plan de Acción de Finanzas Sostenibles de la UE, que se introdujo en 2018 y se adoptó oficialmente en julio de 2020, y requiere que las empresas e instituciones financieras divulguen la proporción de sus actividades que son elegibles o están alineadas con la taxonomía. El objetivo general del Plan de Acción de la UE es redirigir los flujos financieros hacia inversiones sostenibles e integrar las consideraciones ESG en el sector financiero.
“La pregunta era cómo dirigir este capital de manera adecuada”, dice Humphreys, quien también es observadora en la Plataforma de Finanzas Sostenibles (PSF), un grupo de expertos permanente de la Comisión que se estableció para apoyar el desarrollo de políticas de finanzas sostenibles, incluida la taxonomía de la UE.
“La solución fue identificar los sectores con mayores emisiones que podrían contribuir significativamente a este objetivo y establecer un conjunto de criterios para determinar la sostenibilidad ambiental; esto marcó el comienzo del desarrollo de la taxonomía”.
Teoría y práctica
La taxonomía de la UE estableció criterios para determinar si una actividad económica es ambientalmente sostenible dentro de seis objetivos ambientales: mitigación del cambio climático, adaptación al cambio climático, uso sostenible y protección de los recursos hídricos y marinos, transición hacia una economía circular, prevención y control de la contaminación y protección y restauración de la biodiversidad y los ecosistemas.
Cada objetivo tiene criterios específicos que una actividad económica debe cumplir para ser considerada ambientalmente sostenible. Por ejemplo, una actividad económica debería hacer una contribución sustancial a uno o más de estos objetivos, no causar daño significativo a los demás y cumplir con las salvaguardias sociales y de gobernanza mínimas.
En la práctica, las empresas e instituciones financieras pueden utilizar la taxonomía de la UE para evaluar la sostenibilidad de sus actividades e inversiones. También puede guiarlos en la divulgación de información relevante a los inversionistas, lo que permite a estos últimos tomar decisiones más informadas. La taxonomía de la UE desempeña un papel importante en el Reglamento de Divulgación de Finanzas Sostenibles (SFDR) de la UE, que requiere que los actores del mercado financiero divulguen la forma en que integran los factores ESG en sus decisiones de inversión y procesos de asesoría.
Sin embargo, se han planteado ciertas críticas contra la taxonomía de Europa, explica Humphreys, debido a que no abarca la economía completa, lo que podría conducir a una representación incompleta de la sostenibilidad de un producto financiero. Por otra parte, la taxonomía actualmente no aborda objetivos sociales, y deja tales determinaciones en manos de los inversionistas.
Al examinar otras taxonomías verdes, como la del Reino Unido, dice Humphreys, quien también es miembro del Grupo Técnico Asesor Ambiental (GTAG), el cual asesora al gobierno del Reino Unido sobre su enfoque de taxonomía, esta posee competencias similares a las de su contraparte de la UE.
“El Reino Unido, al ser la primera gran economía en promulgar una ley de cero emisiones netas, requiere herramientas para rastrear el progreso en sus compromisos”, dice a ESG Investor, y agrega que la taxonomía del Reino Unido cumple este propósito y puede ser utilizada como una herramienta de medición del desempeño para productos financieros que busquen resultados ambientales conforme a los Requisitos de Divulgación de Sostenibilidad (SDR, por su sigla en inglés) del Reino Unido.
No todas las taxonomías tienen los mismos objetivos o prioridades. Al observar el papel de una taxonomía verde desde la perspectiva de Singapur o China, por ejemplo, el enfoque se desplaza más hacia los productos financieros, particularmente los instrumentos de deuda como préstamos y bonos, señala, con el objetivo de clasificar estos instrumentos y vías de capital como verdes o sostenibles utilizando un marco similar a la taxonomía.
“Este enfoque proporciona un medio para alinear las actividades financieras con los objetivos ambientales”.
Características únicas
Muchos países han implementado taxonomías verdes o están en proceso de hacerlo, lo que ayuda a los inversionistas, empresas e instituciones financieras a identificar y apoyar inversiones respetuosas con el medio ambiente. Sin embargo, el perfil de las taxonomías nacionales se desvía en cierta medida en función de las características destacadas de una economía determinada.
En el contexto original de la UE, su taxonomía se construyó en torno a los sectores prominentes con altas emisiones que contribuyeron significativamente al perfil de carbono del bloque, dice Humphreys, y este enfoque apuntaba a abordar las emisiones que la UE quería reducir.
Según Humphreys, si bien el sector energético desempeñará un papel dominante en las taxonomías de todos las gobiernos, la directriz técnica original de la UE no se centró en sectores particulares. En lugar de eso, el énfasis estaba en lograr un objetivo específico, aplicando una intensidad de emisión general independiente de la tecnología de 100g de CO2 equivalentes por kilovatio/hora de energía producida.
Pero a medida que esta directriz evolucionó hacia la legislación de la UE, comenzaron a surgir distinciones en función de tipos de actividad específicos, señala, en tanto algunas actividades se incorporaron a la taxonomía, y otras se excluyeron.
Con el tiempo, los criterios para la inclusión también se expandieron. Además, el concepto de simplemente alcanzar el objetivo de carbono evolucionó a medida que se hizo evidente que el daño ambiental también debía tenerse en cuenta, señala.
“Por ejemplo, en los casos que involucran energía nuclear, las consideraciones se extendieron más allá de las emisiones de carbono para incluir aspectos como las prácticas de gestión de residuos o el uso del agua dentro de la instalación”, dice Humphreys, y agrega que se establecieron criterios de daño para todos los objetivos ambientales, no solo en relación con el objetivo primario de mitigación del cambio climático de lograr bajas emisiones de carbono.
Para economías como Australia o Sudáfrica, las taxonomías pueden adoptar dinámicas únicas, señala, dado que la minería representa una parte significativa de la actividad económica de ambos países.
“Esto difiere de la UE, donde la minería contribuye relativamente menos al PIB y, en consecuencia, no se priorizó en el alcance original de la taxonomía”, señala. “Sin embargo, para estas economías, la minería se convierte en un sector crucial que podrían necesitar considerar en sus esfuerzos de sostenibilidad”.
En agosto, el Instituto de Finanzas Sostenibles de Australia (ASFI, por su sigla en inglés) comenzó la fase de desarrollo de la taxonomía de finanzas sostenibles de Australia con el nombramiento de su Grupo de Expertos Técnicos en Taxonomía (TTEG, por su sigla en inglés). La ASFI nombró a Humphreys miembro del TTEG, el cual ofrecerá orientación estratégica sobre las contribuciones que se hagan, y la aprobación de una taxonomía de finanzas sostenibles de Australia, que será evaluada por el gobierno del país.
La taxonomía verde de Australia es una iniciativa conjunta entre gobierno e industria que tiene como objetivo proporcionar un estándar común para las finanzas verdes y de transición que ayudará a acelerar la asignación de capital hacia actividades sostenibles para lograr los objetivos de cero emisiones netas de Australia.
Garantizar la compatibilidad
Si bien los inversionistas aplauden el desarrollo de las taxonomías verdes en todo el mundo, el exceso de enfoques divergentes amenaza con hacer que estas herramientas sean poco prácticas si hay una falta de interoperabilidad.
Aunque es importante que las taxonomías verdes consideren las características únicas de la economía subyacente, si las jurisdicciones divergen demasiado, puede conducir a una situación en la que la actividad económica de una empresa sea considerada verde por la taxonomía de un país, pero que no lo sea en otra, lo que crea confusión para los inversionistas y presenta barreras a la inversión sostenible.
La Plataforma Internacional de Finanzas Sostenibles (IPSF, por su sigla en inglés) desempeña un papel importante en liberar el potencial de las taxonomías interoperables y en el avance del mundo hacia un enfoque estandarizado.
“Los representantes de los países participantes, a menudo incluidos sus respectivos departamentos de tesorería, se reúnen en este foro central para discutir asuntos relacionados con el desarrollo de taxonomías, las estrategias de alineación y posibles desviaciones”, señala Humphreys.
“Dentro de este marco, el concepto de equivalencia entra en juego. Esto se refiere a la idea de que si una empresa informa bajo una taxonomía nacional, podría ser reconocida como equivalente a un marco correspondiente, como el de la UE, especialmente para fines relacionados con el mercado financiero”.
Por ejemplo, si una empresa del Reino Unido adhiere a la taxonomía del Reino Unido, podría estar exenta de las obligaciones de presentación de informes según la taxonomía de la UE, señala, y agrega que actualmente ninguna ley aborda esta noción, sin que exista un marco basado en principios universalmente aceptados que otorgue automáticamente la equivalencia.
“El desafío inminente para IPSF es establecer un marco basado en principios que facilite la evaluación de equivalencia entre varias jurisdicciones que están en el proceso de crear sus propias taxonomías”, señala, y agrega que la ventaja de los grupos de expertos técnicos radica en su capacidad para incluir a personas con experiencia en otros procesos de desarrollo de taxonomías, y de ese modo alinear estrechamente los esfuerzos de toma de decisiones con otras taxonomías.
“Estos grupos consideran las posibles desviaciones y apuntan a lograr un equilibrio entre la alineación y la distinción”, señala.
Sin embargo, en la coyuntura actual, no existe una base estable que garantice el reconocimiento automático de equivalencia entre taxonomías.
Por lo tanto, si bien IPSF y los grupos de expertos técnicos contribuyen a la armonización y alineación, la tarea crucial por delante implica el desarrollo de un marco basado en principios bien definido que regule la evaluación de equivalencia entre diferentes taxonomías en todas las jurisdicciones.
Este artículo fue escrito por Aaran Fronda y se ha extraído de ESG Investor.
The post La importancia de la cooperación global para las taxonomías verdes appeared first on Servicio Bloomberg Professional.